viernes, 17 de octubre de 2008

“La culpa no es del chancho, sino de quien lo alimenta” Por Patricio Irisarri




En un artículo publicado en el diario La Nación unos días atrás, se menciona que la sociedad argentina no está conforme con los mensajes que emiten diariamente los medios de comunicación de nuestro país. En el texto se argumenta que no hace falta ser un especialista para advertir el descontento social que existe respecto de la calidad en los mensajes audiovisuales y de su bajo nivel cultural. Evidentemente, el periodista que escribe esta nota no está recorriendo el camino correcto. Es cierto que, actualmente, encontrar productos audiovisuales de calidad resulta dificultoso, pero este fenómeno no debe analizarse enfocándose en lo que los medios ofrecen, sino desde lo que la sociedad demanda. Siguiendo esta línea, el tema deja de enmarcarse en esferas segmentadas y engloba toda una variedad de ámbitos que comienzan en lo político y terminan en lo educacional. No es cierto que la sociedad esté cansada de la televisión, para ser específicos. Es la televisión quién responde a lo que los índices de medición de televidencia obtienen, y esos números señalan a quienes consumen ese material. El hecho que tres millones de argentinos permanezcan dos horas enteras divirtiéndose viendo la pelea verbal entre dos famosos que patinan sobre hielo, indica que el medio responde a la demanda.

No se trata de echarle la culpa a los medios, aunque en cierta parte la tengan. Lo cierto es que no se educa a un país a través de los medios de educación. Ellos tienen el compromiso de informar y entretener, pero la educación es una obligación a la que ellos no se ven atados. Este deber corresponde al Estado Argentino, quien debe tener la capacidad de formar sujetos capaces de discernir y procesar el mensaje periodístico. Si esto no sucede, el medio sólo crea productos de pésimo contenido ideológico, cultural y político. Queda claro que los productos televisivos son un reflejo de la sociedad argentina.

Por consiguiente, el análisis debería enfocarse en qué sucedería si el programa televisivo de Marcelo Tinelli dejara de emitirse o cambiase su formato a uno “de mayor nivel cultural” y, por consiguiente, todas aquellas emisiones televisivas que retratan lo que en “Patinando por un sueño” acaece, cambiasen su formato. Esa sociedad de la que se habla en el artículo de La Nación no sabría cómo entretenerse. Es hora que se empiecen a elaborar análisis que apunten a la raíz de los problemas socioculturales y no a la rama de un árbol que crece en tierras repletas de ignorancia y desinterés educativo. El secreto radica en entender por qué estos atributos caracterizan al grueso de nuestra sociedad y darse cuenta de la necesidad política del Gobierno de formar individuos con nula capacidad de crítica hacia esos medios que “parecen haberles declarado la guerra a la calidad comunicativa”.




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